Las vanguardias tuvieron una gran repercusión en la Europa de entreguerras. Praga se convirtió, después de París, en el segundo centro del cubismo y en residencia de numerosos artistas. También, por su libertad cultural, París atrajo a artistas extranjeros, muchos de ellos fotógrafos. Paralelamente, Cataluña también se incorporaba a las vanguardias renovando la estética dominante en los círculos culturales de la época.