El incansable flâneur Henri de Régnier se embarcó dos veces, en 1904 y en 1906, a bordo de los yates Velleda y Nirvana, para realizar sendos periplos por el Mediterráneo que lo habían de llevar desde Marsella hasta la magnífica Constantinopla, que antes fuera Bizancio y luego Estambul, realizando escalas tan emblemáticas y memorables como las de Córcega, Sicilia, Malta, Grecia, Chipre, Creta, Corfú