En defensa de la Modernidad y en contra de todo clasicismo robótico y todo romanticismo bufonesco, Miranda ha sido siempre un tipo incómodo, un resistente que sabe del valor de sedimentación del pensamiento estructurado y sabe que hay que predicar constantemente. Intelectual comprometido en momentos empalagosos en los que la disciplina más ramplona se apoderaba de las aulas, su voz ha sido amada por los alumnos y despreciada por una buena cantidad de sus colegas de una Academia de la que siempre ha dudado,