La belleza, lejos de ser frívola o accesoria, tiene un papel fundamental en nuestras vidas y en nuestra civilización. Desde hace millones de años el ser humano siente un anhelo de trascendencia, un deseo de crear algo que no tenga por objeto el enriquecimiento o el reconocimiento social, sino la conexión con una cierta dimensión espiritual. Este impulso ha llevado a la humanidad a crear obras que son admiradas por su belleza de manera ininterrumpida durante siglos.