Esta historia empieza como un cuento de hadas: hace más de setenta años, en otro tiempo y, desde luego, en otro mundo. En un pueblo muy cerca de una montaña agreste, entre las ruinas de un convento comido por los siglos y la hiedra, un niño avispado acompaña a su madre a sembrar unos surcos de habichuelas. Allí, el pequeño José María aprende la primera de una serie de lecciones que le acompañarán toda la vida: se recoge lo que se siembra.