Barcelona y Milán, a pesar de ser dos ciudades muy diferentes respecto a la morfología y a la historia urbana (además, obviamente, de la diferente situación social y política que vivieron sus habitantes entre 1945 y 1977), presentan en gran parte del novecientos características tipológicas convergentes que se pueden reconocer con facilidad, especialmente por lo que se refiere a muchas piezas arquitectónicas de la modernidad construidas a partir de los primeros años cincuenta