Este ensayo no promueve ni una desconexión total ni una mirada nostálgica a tiempos predigitales. Más bien, persigue señalar la necesidad de otras diplomacias que arbitren la cuestión tecnológica y atemperen el impacto del tecnoma. Nosotros mismos ya somos tecnología, somos nosotros quienes hemos de insistir en el diseño de un Continente Próximo más justo, más libre y biodiverso, levantado sobre una dimensión social y ecológica que corrija los sesgos que infieren las inteligencias no vivas.